Rebecca Schuster pasea su fútbol por las canchas de Punilla.
Me junté con ella para entrevistarla, hizo referencia a la relación con su
padre Bernd y como conoció a su compañero, Juan Carlos Maldonado.
Repasaba una revista en la espera de ser atendida en la sede
de la Liga de Punilla para realizarse el carnet que le posibilite jugar en el torneo
de fútbol femenino, para el club River de La Falda. La sorpresa del asistente médico
al leer la planilla, “Schuster, así es tu apellido” la interrogó.
Rebecca accedió a hablar de su historia y no puedo disimular
su pasión por este deporte. Con un recorrido que la llevo de España a la
Argentina pasando por Alemania, Estados Unidos y México, aunque es en Chile
donde está historia empieza a tomar un rumbo que la llevaría a Córdoba. Me
contó que conoció a Juan Carlos cuando él fue a ver a un médico a Santiago de Chile.
Hoy comparten la vida y las canchas.
Maldonado jugaba en Deportes Antofagasta tras conseguir el
ascenso a la primera división del fútbol argentino con Belgrano de Córdoba,
luego de vencer y enviar a River Plate a la segunda división. En aquel viaje,
para acompañar a su amiga, terminó conociendo a quien sería el padre de su
hijo.
La admiración por su padre se podía ver en el brillo de sus
ojos al nombrarlo, y definirlo como “su ídolo”. Bernd Schuster brilló en el fútbol
mundial jugando en el FC Barcelona, donde llegó a compartir plantel con Diego
Armando Maradona. Antes Bernardo había formado parte del seleccionado alemán
que se quedó con la Copa de Europa, siendo la revelación del torneo y premiado,
al finalizar el año, con el Balón de Plata.
Luego deja Barcelona para pasar al Real Madrid, donde
consigue la liga con récord de goles por equipos. Pasa al Atlético de Madrid, y
con un gol suyo se quedarían con la Copa del Rey en la final ante “los
merengues”. Su renunciamiento a la selección alemana se produjo luego de
negarse a asistir a un partido por el nacimiento de uno de sus hijos.
“El fútbol estuvo siempre en mi vida” me decía Rebecca, con
una tonada cordobesa que se entremezclaba con una entonación de alemán, “a los
15 años comencé a jugar, después me fui a Estados Unidos, jugué en esa liga que
es otro fútbol al de acá, que es de más roce, más físico. Con papá viví más su
etapa de entrenador que de jugador” Bernardo ha entrenado varios equipos
profesionales alrededor del mundo, el último año estuvo en China y no descarta
poder dirigir en la Argentina.
Nacida en España, cuando su padre jugaba allí, y su madre lo
representaba, Rebecca ha pasado de estudiar la carrera de Ciencias Económica en
Estados Unidos, de jugar al fútbol allí y en Alemania, a las canchas duras de
la Liga de Punilla en el corazón de Argentina.
Un sol radiante ganaba espacio entre las nubes sobre las
montañas cordobesas de Huerta Grande. Un grupo de personas, en un espacio
cercano a la cancha, vendían por una ventana vasos de gaseosa y prendían fuego la
leña para asar unos chorizos desprendiendo un olor característico y llamador
por sus techos. Algunos que ya habían comprado el choripán y cercano al
comienzo del partido, se iban acercando entrelazando sus dedos en los rombos del
alambrado perimetral para alentar en la salida de su equipo.
River debía visitar al equipo más importantes del torneo
Sportivo. Las faldenses dirigidas por Mauricio Franco, jugador de primera, y
preparadas físicamente por otro de los integrantes del plantel Juan Carlos
Maldonado, no la tendrían nada fácil.
El gol de Giuliana Jaime, para la victoria del local, y la
salida de Rebecca por lesión, no influyeron en las ganas de festejar del equipo,
por haber mejorado, por no sufrir una goleada, y poder competir en ese nivel en
un fútbol en donde la dureza no es solo del terreno de juego.
Aquel asistente todavía no podía comprender que la hija del
“ángel rubio” su ídolo, y el de muchos en los ochenta, estaba frente a él
buscando la ficha que le permitiría jugar en esta liga serrana.
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