“El Chama” toma el termo y el mate, y se acomoda en la reposera, mientras poné el teléfono con las indicaciones que le dí para que pueda salir apaisada la videollamada. Por un momento este tiempo de aislamiento, para evitar el contagio de un virus y que parece que nos tiene a todos dentro de una serie distópica de Netflix, parece quedar a un lado.
Esta idea de entrevistas a los futbolistas de la Liga de Punilla
surge para conocerlos más y en esta primera entrega me parece, que el objetivo con
Pedro Gonzalo Godoy está más que cumplido.
Desde sus orígenes en Cosquín hasta su retorno parece haber
pasado poco tiempo, será que el tiempo nos parece siempre poco, que nunca nos
alcanza, aunque en estos días de cuarentena, ese tiempo resulta estar
multiplicado y seguimos sin encontrarle la vuelta. El camino que llevó a “el
chama” de Cosquín a Cosquín no fue nada fácil.
Los comienzos en Tiro Federal y aquel mundialito de Capilla
del Monte que le abrieron las puertas de la gran ciudad y del gran fútbol, marcaron
el inicio de un sueño, del sueño de un pibe que quiso ser lo que es.
En una Liga de Punilla que no ofrecía demasiadas
posibilidades para el desarrollo de los pibes el rumbo de Gonzalo estaba en
Buenos Aires y Platense fue su lugar de inicio. Los viajes desde San Martín, en
la casa de sus tíos, a los entrenamientos del calamar se convertían en toda una
aventura para un pibe de 12 años.
Los vaivenes de los equipos de barrio, como Platense,
complicaron la estadía del “el chama” que tuvo que partir a Ferrocarril Urquiza
(hoy la UAI) para jugar sus primeros partidos en el fútbol “grande”, porque le
tocó jugar allí, en primera y reserva, en la Primera D del fútbol argentino.
Las pruebas de futbolistas son esos espacios donde las
personas parecen mercancías, donde los futbolistas valen por quien los lleva y
no tanto por lo que juegan. Con un bolso y de la mano de su tío, Gonzalo llegó
a la prueba de Boca Juniors tarde, y no pudo jugar en el puesto que lo hacía y
se tuvo que
conformar de hacerlo de cinco. Su calidad, que ya a los 15 años se
destacaba, hizo que un ayudante del Chino Benitez y Griffa lo viera y se acercó
al pibe “vos de que jugas, pibe?”, basto decir el puesto, para que corrieran al
carrilero de 5 y así el chama pudiera hacer la banda, una banda izquierda que
sería su compañera por muchos años.
Todo eso para poder quedar en Boca pero también estaba la
posibilidad de Racing, Gonzalo se quedó con la academia “porque me prometían jugar
de volante por izquierda, aunque después termine jugando de 3 como también me
ofrecían en Boca” me cuenta.
Después llegaría Huracan y por último Quilmes. Siempre la tentación
por jugar afuera estaba, rondaba, como rondaban los intermediarios con sus
propuestas muchas veces truncadas por excusas infantiles.
El tiempo pasaba y el pibe que había salido de Cosquín con la
idea fija, convertirse en futbolista profesional, ya se volvía un hombre, y el
sueño parecía alejarse, como una pelota cruzada, que imaginamos nos dejaría
mano a mano con el gol pero que termina yéndose larga. Ahora aquel hombre tenía
que pensar en su vida y su sustento, y Gonzalo se encontró ante la idea de
buscar un trabajo, el primer trabajo fuera del fútbol.
El diario clasificado indicaba que buscaban personal en un local
de ropa Lacoste, pero el hombre Gonzalo no tenía ropa para presentarse a una
entrevista formal de trabajo. Fue alguna feria americana porteña donde
consiguió a una camisa, un pantalón y un par de zapatos, aunque él hubiera ido
de botines.
Su sinceridad y esa imagen de bonachón, que no pierde, le causaron
buena impresión al encargado de la entrevista y consiguió su primer trabajo a
la vez que entrenaba, quien decía que el sueño que había traído desde Córdoba no
podía todavía cumplirse.
Y la posibilidad llegó. El representante en una de esas
promesas que tiraba al aire, le comentó que tenían que hacer una prueba afuera
y esta vez fue concreta. Había que hacer las valijas e irse a Libia. Esperaba el
Al Akhdar de Al Bayda. Gonzalo tenía que decirle a su familia y, fundamentalmente,
a su jefe que tenía que dejar ese trabajo que tanto le había costado para ir detrás
de su sueño.
Finalmente, la posibilidad estaba ahí y “el chama” no la
dejó pasar. Con escala en Alemania el avión llegó a Libia para quedarse a jugar
al fútbol y que le pagaran por hacerlo. Peleando campeonatos con el Al Akhdar y
jugando la champions de Africa el sueño se vivía despierto.
La salida del equipo al campo de juego mostraba alguna que
otra bandera celeste y blanca en las tribunas como señal de alegría de contar
con un argentino en las filas de su equipo. Las victorias se vivían con una
algarabía impresionante como si jugará en nuestro país, en una cultura y un
lugar muy distinto, y que llegaría a su fin por cuestiones políticas.
En el año 2011 inspiradas en las revueltas de Egipto y Tunez,
“la primavera árabe” llegó a Libia y se cobró la vida Muamar Gadafi. Gonzalo
había vuelto de la Argentina para tomarse las vacaciones y podía ver por
televisión como las escenas de violencia se sucedían en el norte de África. Trató
de volver, pero ya nada era igual en Libia. Salió deportado y estuvo en Roma un
día hasta que pudo llegar a Ezeiza.
Su carrera profesional se vería truncada, ya que su pase
estaba en el Al Akhdar y era imposible establecer contacto con las autoridades
en un país tan convulsionado. Su vida volvería a tener un vuelco. Luego de 5
años de jugar al futbol de manera profesional debería retornar a su Cosquín natal,
a la casita de los viejos, como dice el tango.
Su vuelta a las canchas de Punilla, llenan de fútbol cada espacio
por donde pasa. En Deportivo San Nicolás en los comienzos, en la conformación
del Deportivo Casa Grande (se merece un capitulo aparte hablar de esa gesta),
hasta sus días por Cosquín en Independiente. Jugó 3 torneos de AFA, ganó dos
campeonatos de Punilla y es uno de los máximos exponentes de él fútbol local.
Gonzalo “el chama” Godoy sabe que es un referente para los
pibes y para los grandes y sabe desempañar ese rol. Su historia, su carrera serán
importante para quienes, como él, busquen el sueño de ser futbolista
profesional, que sepan que no es fácil pero muchas veces pelearla y hacer lo que
nos gusta, es el triunfo, más allá de los resultados. El camino recorrido es el
verdadero sueño del pibe.
Un genio el chama
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